El gris cemento marcaba el frío que reinaba en el lugar.
La última vez que vio el sol fue en la plaza cuando su esposa le contó que estaba embarazada justo al lado del arenero donde jugaban unos chicos que hacían de futuro.
Los gritos, el crujir de los hierros y esos silencios eternos atravesaban los muros.
Ya casi no tenía fuerzas para resistir el ahogamiento que sufría en la práctica del submarino, pero la proximidad de la fecha de nacimiento de su hijo hacía que resistiese los embates de los torturadores.
El cordón que colgaba de un tirante y el nudo horca en su cuello sellaron su final. Un llanto sórdido partió de su corazón y lo dejó sin aliento. La misma falta de aliento que padeció su hijo en el momento de nacer por culpa de las dos vueltas de la soga umbilical alrededor de su cuello.
Carlos chess
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4 comentarios:
solo una mente podrida puede escribir semejante cosa.
Me hace preguntar si también somos eso.Yo creo que muestra como en un flash aspectos de la naturaleza humana que espantan por su crudeza y desbaratan la esperanza.
Clau
Durísimo. Muestra el final desde la desesperanza. Golpea inicialmente pero luego de la segunda lectura te ubica justo en ese lugar el del dolor inmensurable.
Margarita
Y al final lo subiste asi no má. Desde Ensenada se leen flasheras tus cosas, esta bueno, pero ni una gota de anestesia este ultimo.
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